Una de las partes
que más me gusta de mi trabajo es ser mentora. Al principio de cada curso entrenamos
a los nuevos ayudantes de investigación en las tareas del laboratorio. Cuando le dices a una persona cómo tiene que
llevar a cabo una tarea, hay que tener cuidado de no provocar sentimientos
defensivos. Es importante que el tono de tus comentarios sea el apropiado para
mejorar el rendimiento en las tareas sin eliminar la motivación.
Al hacer
recomendaciones es importante tener en cuenta lo que hay que mejorar y la forma en
la que se lo va a tomar la persona a la que le estás haciendo el comentario. Si tus estudiantes tienen la sensación
de que te tomas en serio lo que hacen es más probable que piensen que tus
sugerencias son justas y útiles (Trees, Kerssen-Grip & Hess,
2009). Hay muchos estudiantes que reciben
comentarios que no les aportan nada, ya que no son capaces de entender lo que
significan y no saben cómo ponerlos en práctica (Sadler, 2010). Para que tus estudiantes incorporen tus
sugerencias de forma eficaz, tienen que ser capaces de regular su propio
aprendizaje y de cambiar la forma en la que enfocan sus tareas (Carless, Salter, Yang & Lam, 2010). La mejor forma de ayudar a la gente que
supervisas es hacer sugerencias concretas, específicas, y que sean fáciles de
implementar.
Tengo la suerte
de trabajar con alumn@s que están muy motivad@s. En nuestra última reunión una
de mis alumnas más veteranas explicó al resto en qué consiste nuestro último
experimento y qué es lo que hay que hacer cuando viene un participante al
laboratorio. Lo hizo tan bien que no tuve que decir nada. Me llena de orgullo
saber que mis estudiantes son capaces de hacer estas tareas por sí solos. En mi
opinión, el objetivo final de ser mentora es volverse irrelevante.
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