En un artículo que acabamos de publicar (Golshaie, Incera, & Ghaffarzadeh, 2024) investigamos hasta qué punto la gente percibe los antónimos y las negaciones de forma distinta. El objetivo era descubrir si utilizar una palabra (es barato) o negar su antónimo (no es caro) cambia la percepción de la realidad de los que reciben el mensaje. En una serie de experimentos observamos que la negación de una palabra (no está frío) se percibe de forma más neutra (está templado) que el uso de su antónimo (está caliente). Estos efectos son más pronunciados en antónimos graduales (“no es blanco” se percibe más cerca de gris que de negro) pero también surgen en antónimos complementarios (“no está encendido” se percibe de forma distinta que "está apagado"). Hay circunstancias en las que usar la expresión negativa puede ser útil para suavizar la situación pero, si el objetivo es expresarse de forma clara, las expresiones positivas son más efectivas. En vez de negar una palabra, usar su antónimo es una forma más convincente de expresar un argumento.
Estas ideas también se han aplicado a la disciplina infantil. Es mejor decirle a un niño lo que tiene que hacer (trata bien a tus amigos) que negar lo que no debería hacer (no pegues a tus amigos). Hablar en positivo ayuda a expresar las ideas de forma más clara y a mejorar los argumentos.