Hay veces en que
es mejor tener un poco de distancia emocional. Recientemente he estado
trabajando en una propuesta para crear un centro de “Big Data” en nuestro
campus. Un centro de estas características requiere coordinar a mucha gente en
distintos departamentos (matemáticas, informática, psicología…), así que sin comerlo
ni beberlo me he visto inmersa en la política de mi universidad. El hecho de
que todas estas conversaciones sean en inglés puede haberme ayudado. ¿Es verdad
que al procesar información en tu segunda lengua lo sientes menos?
El idioma en el
que hablas influye en las decisiones que tomas. En concreto, sabemos que
procesar información en tu segunda lengua te hace pensar más despacio, por lo
que tomas decisiones de forma más calculada y te dejas llevar menos por la
intuición (Costa, Vives, & Corey, 2017). Se ha visto que al hablar en tu segunda
lengua la intensidad de tus emociones es menor. Este descubrimiento tiene
implicaciones importantes para contextos clínicos, ya que utilizar la segunda
lengua con pacientes bilingües puede reducir su miedo (García-Palacios, Costa, Castilla, del Río,
Casaponsa, & Duñabeitia, 2018).
En el
contexto laboral tomar decisiones de forma racional puede ser una ventaja, pero esta
baja intensidad emocional puede ser una desventaja en el contexto personal. En ocasiones, en medio de una discusión Dave me ha dicho lo fría que
soy. Aunque puede ser verdad que me tome las cosas de forma más pragmática que la
mayoría (al fin y al cabo, soy científica), también puede ser que el tener la
discusión en inglés me haga más distante y menos capaz de empatizar. Ya le he
dicho a Dave que tenemos que empezar a discutir en español, a ver cómo de
racional se vuelve.